El Kaiser falleció a los 78 años luego de padecer una enfermedad que lo mantuvo alejado de la vida pública. Celebró como capitán del equipo en 1974 y se consagró en Italia 90 como DT tras vencer a la Argentina de Maradona y Bilardo
Una noticia generó conmoción en el mundo del mundo. Franz Beckenbauer, la leyenda de Alemania que supo ser campeón del mundo como jugador y capitán en 1974 y que luego lideró al combinado de su país a ganar la Copa del Mundo en Italia 90 como entrenador, falleció a los 78 años de edad.
Cuando se hace referencia al puesto de líbero en el fútbol, necesariamente hay que remitirse a quien lo inventó y lo llevó a cabo con perfección. Considerado uno de los mejores de todos los tiempos, y uno de los tres únicos de la historia en ganar el título mundial como futbolista y como director técnico, como parte de una gloriosa carrera que incluyó el lanzamiento del Bayern Munich como potencia europea en los años 70.
Franz Anton Beckenbauer fue apodado como “El Kaiser” (emperador, en alemán) por su elegante estilo de salida con pelota dominada y porque formó parte de una época imperial del fútbol de su país. Con la selección alemana fue campeón de Europa (1972) y del Mundial (1974), y con el Bayern Munich obtuvo una Recopa de Europa, tres Copas de Europa (lo que hoy es la Champions League), una Copa Intercontinental, cuatro Bundesligas y cuatro Copas alemanas.
Llegó a ser Balón de Oro de Europa en 1972 y 1976 y se encuentra tercero en el ranking como el mejor futbolista del siglo XX por la Internacional de Historia y Estadísticas de Fútbol (IFFHS), así como en diciembre de 1993 fue electo como segundo mejor futbolista de la historia de las Copas del Mundo, en una votación con más de mil periodistas. Actualmente era presidente honorario del Bayern, el club que marcó su vida.
Se crió en la región de la Bavaria de la postguerra. La Segunda Guerra Mundial recién terminada cuando nació, el 11 de setiembre de 1945. Tuvo que vivir la primera etapa de la reconstrucción y la dura autocrítica que comenzó a aparecer en buena parte de su país. Con el tiempo, Beckenbauer explicó cuáles fueron los ingredientes de su excepcional carrera: “Para ser exitoso como jugador, entrenador y dirigente hay que tener mucha disciplina, bastante suerte, y nacer en el país y en el momento justo”.
Tuvo otra notable influencia desde lo deportivo: ver como niño, a sus nueve años, cómo Alemania se consagraba campeona del mundo por primera vez, en Suiza, remontando el mítico partido a los húngaros 3-2 con Fritz Walter como capitán, y se propuso imitar aquella hazaña y lo consiguió justo veinte años después. Tanto le influyó aquel logro que ya mucho después, cuando pudo ver la película “El Milagro de Berna”, de Sonke Wortmann, en 2003, contó que, aunque ya había dejado de jugar, sintió el mismo impulso y los mismos deseos que cuando era un niño y ni soñaba con que algún día le dirían “El Kaiser”.
Su debut se produjo en el TSV Munich 1860 (del que es hincha) y a los catorce años lo fichó el Bayern, el otro equipo de la ciudad, que por entonces no se destacaba demasiado en Europa. Debutó en la Liga Alemana en 1964 y en la selección en 1965, con veinte años, y siendo fundamental en un partido crucial de eliminatorias ante Suecia, que Alemania ganó 2-1.
Brilló especialmente en el Mundial de Inglaterra 1966, marcando cuatro goles (tanto contra Uruguay como contra Rusia, ambos equipos se quedaron con 9 jugadores, él marcó en los dos y especialmente un golazo a Lev Yashin, desde fuera del área) y obtuvo el subcampeonato. De todos modos, su desilusión por aquella final (en la que le tocó marcar a Bobby Charlton) tan irregular ante los locales le dejó un gran rencor y nunca le perdonó al árbitro suizo Gottfried Dienst el haber cobrado aquel gol fantasma de Geoff Hurst, autor de dos más (el partido terminó 4-2). De todos modos, con los años dijo que “Inglaterra nos ganó esa final porque Charlton era un poco mejor que yo”.
Fue en ese Mundial de Inglaterra en el que sorprendió jugando en una nueva posición, como líbero, al punto de considerárselo como el inventor de esa posición. Aunque era un destacado y elegante volante central (si bien comenzó como extremo izquierdo y luego bajó en el campo para jugar de volante izquierdo), aparecía ahora colocado por detrás de la línea defensiva de su equipo, barriendo con los ataques rivales.
El papel de líbero aparecía como una plataforma perfecta de lanzamiento hacia el ataque porque jamás nadie pensaba en marcarlo y como jugaba atrás de los defensores, tenía tiempo para pensar bien cuándo proyectarse y hacerlo en absoluta sorpresa con calculados slaloms. Esto lo había visto en el lateral italiano Giacinto Facchetti, que se proyectaba de la misma forma por su banda, aunque chocaba mucho con el DT Helmut Schoen, que era mucho más cauteloso.
Tenía capacidad de mando, corte en las dos bandas, y gran poder de anticipación. Con salida exquisita con la pelota, sabía reventarla a la tribuna si hacía falta. Cruyff, uno de sus grades adversarios, dijo sobre él “para mí, el fútbol es mucho más que defender. Y Beckenbauer era un jugador ofensivo que hacía de defensor”.
Al regresar a Alemania como una estrella, el Bayern comenzó a cimentar la potencia que sería en los años 70. Volvió a destacarse en el Mundial de México 1970, especialmente en el mítico partido semifinal ante Italia (3-4) cuando jugó una parte con el brazo en cabestrillo (tenía un hombro dislocado) y al final, el equipo fue tercero al vencer a Uruguay.
Beckenbauer ya era el capitán, tomando la posta dejada por el “tanque” Uwe Seeler. Además, México le permitió vengarse de aquella final perdida ante los ingleses, cuando Alemania los eliminó en cuartos de final tras estar perdiendo 2-0 con goles de Allan Mullery y Martin Peters, pero el historiador Brian Gianville comentó en su libro “La historia de la Copa del Mundo”, lo que ocurrió después: “Beckenbauer avanzó, recogió un rebote y sacó un tiro bajo, de derecha, hacia el rincón izquierdo. Peter Bonetti (quien reemplazó al lesionado Gordon Banks), llegó demasiado tarde a la pelota y fue el 2-1. Fue el inicio de una pesadilla para el arquero, sumado al error del DT Alf Ramsey de quitar de la cancha a Bobby Charlton para reservarlo para la semifinal y eso permitió que Beckenbauer se adelantara mucho más en el campo, ya sin obligación de marca, y terminó empatando Seeler, y Gerd Müller sentenció en el tiempo extra”.
Su fama se había convertido en Mundial y en la Argentina se cantaba en las canchas “En Alemania, Beckenbauer, en Brasil, el Rey Pelé y aquí en la Argentina, Boca Juniors y su ballet” (cada uno colocaba allí el nombre de su equipo).
“México 70 fue un torneo excepcional. En aquella época no había tanto fanatismo ni tanta preocupación por la seguridad. Podíamos hacer lo que queríamos. Simplemente había un policía armado como única vigilancia, algo impensable en la actualidad. Entonces, todo era más relajado y el torneo estuvo lleno de colorido. El país era una gran fiesta de fútbol”, recordó con nostalgia, pero influyó mucho en su manera de ver el fútbol porque cuatro años después, en el Mundial como local, se quejó de las concentraciones rigurosas. Todo había cambiado.
En 1972 comenzó la era dorada del fútbol alemán, ganando la Eurocopa 72, en donde tuvo una brillante actuación, especialmente en la semifinal ante Bélgica (2-1) y en el contundente 3-0 de la final ante la URSS, quedando en el equipo ideal del torneo. También entre 1972 y 1974 ganó las tres Bundesligas, y entre el 74 y 76, las tres Copas de Europa (ante el Atlético Madrid, el Leeds, y el Saint Etienne), en una década de gran duelo con el fútbol holandés, tanto en la final del Mundial 1974, una transición casi perfecta, como que entre 1971 y 1973, el Ajax había sido tricampeón de Europa con Cruyff, Neeskeens, Kaizer y compañía.
También Alemania fue subcampeona en la Eurocopa de 1976. Esos años fueron los que inspiraron al ex goleador inglés Gary Lineker a decir que el fútbol “es un deporte que inventamos los ingleses, juegan once contra once y siempre gana Alemania”. La base del Mundial 1974 le dio la amistad con varios de sus integrantes que luego tendrían que ver con el Bayern como Paul Breitner, Gerd Müller, Sepp Maier, Uli Hoeness y Jupp Heinckes.
En 1977, tras 14 años en el Bayern, se fue a jugar al Cosmos de Nueva York, que pagó por su fichaje 2.800.000 dólares, junto con Pelé, Giorgio Chinaglia y Carlos Alberto Torres, cuando la Warner Communications y otras empresas invirtieron millones para organizar la NASL . Allí jugó hasta 1980 (ganó tres ligas y llegó a enfrentar a Diego Maradona en un amistoso bajo una llovia torrencial en la cancha de Vélez), y regresó, ya veterano, al Hamburgo hasta 1982 (ganó una Bundesliga) y volvió a los Estados Unidos para terminar su carrera en el Cosmos en 1983. Ese año, se retiró del fútbol tras recibir un fuerte golpe en los riñones que lo obligó a dejar los campos de juego. En un total de 670 partidos, marcó 93 goles en su carrera.
Así se transformó en entrenador y lo primero que dirigió, sin ninguna experiencia previa, fue a la selección alemana, en la que asumió en 1984 (ese año jugó contra Argentina un amistoso, 1-3) en reemplazo de Jupp Derwall. Ese sería su primer enfrentamiento ante su colega Carlos Bilardo, con quien más adelante haría una amistad, y con quien se enfrentaría en dos finales consecutivas de Mundiales.
Tras perder la final del Mundial de México 1986 ante Argentina (2-3), en Italia 1990 se tomó revancha luego del triunfo del seleccionado alemán en la final contra la Albiceleste gracias al tanto de. De esta manera logró alcanzar al brasileño Mario Lobo Zagallo como campeón mundial tanto como jugador como DT. más tarde, también el francés Didier Deschamps lo conseguiría en Rusia 2018).
Después de Italia 90 tuvo un breve y poco exitoso paso por el Olympique de Marsella (el equipo del dueño de la empresa, Bernard Tapie, lo fichó justo cuando Beckenbauer había firmado un contrato con esa empresa por diez años) pero fue reemplazado por el belga Raymond Goethals, aunque permaneció como director deportivo hasta finalizar la temporada 1990/91.
En octubre de 1991 volvió al Bayern junto con otra figura del club, Karl Heinz Rummenigge. Primero fue consejero, pero ya desde noviembre, se convirtió en vicepresidente. En diciembre de 1993 se hizo cargo de la dirección técnica ante una de las crisis del equipo y duró hasta junio. El equipo remontó posiciones y ganó la Liga 1993/94. En noviembre de 1994, como candidato único a la presidencia del club, la Asamblea le dio el mandato por tres años, aunque en abril de 1996 se volvió a hacer cargo del equipo y ganó la Copa UEFA. En noviembre de 1997 renovó su mandato como presidente, siempre acompañado de Rummenigge como vice.
En 1999, su carrera como dirigente tuvo un giro inesperado porque si bien siguió ligado al Bayern, se hizo cargo del Comité Organizador del Mundial 2006 y al ser elegida Alemania como sede en 2000, a partir de 2003 cedió la presidencia del club a Rummenigge, y él conservó una presidencia más diplomática. Mientras fue presidente del Bayern, el equipo ganó seis Bundesligas, una Champions (2001), una Copa Intercontinental (2001, ante Boca) y la Copa de la UEFA 1996, además de perder sobre la hora la Champions 1999 en Barcelona contra el Manchester United.
En 2009 abandonó la presidencia del Bayern, dejándola en manos de Uli Hoeness y pasó a ser vicepresidente de la Federación Alemana (DFB) y posteriormente, “presidente de honor” del Bayern y “miembro de honor” de la DFB.
En una entrevista otorgada en 1977 a la revista “Stern”, admitió haberse dopado con sangre: “Tengo un particular método para mantenerme en el más alto nivel: inyectarme mi propia sangre. Unas cuantas veces al mes, mi amigo Manfred Köhnlechner me hace una extracción de sangre de un brazo para inyectármela luego en la nalga. Esto causa una inflamación artificial, lo que eleva los glóbulos rojos y blancos, y el rendimiento general del organismo”. En ese momento, esta práctica no era usual en el deporte. Recién en 2013 se publicó un informe de dopíng sistemático de atletas en Alemania Federal en las décadas del 50 y 60 y señala que tres jugadores “sin identificar” de la selección alemana dieron positivo por efedrina tras el Mundial 1966, aunque en un debate en la TV estatal ZDF, Beckenbauer afirmó que nunca ingirió nada sin saber lo que era, pero a la vez sostuvo que el equipo médico les suministraba inyecciones de vitaminas de las que no conocía más detalles.
A principios de julio del 2019 tuvo un infarto ocular durante la ceremonia de apertura del torneo de golf que organiza cada año. Lo dejó casi sin vista y lo contó en principio a modo jocoso. Fue justo cuando la Fiscalía suiza lo está investigando por unos pagos previos al Mundial 2006 como presidente del Comité Organizador. Beckenbauer esgrimió entonces un certificado médico por el que “de ninguna manera” está en condiciones de someterse a cuestionarios o negociaciones.
De cualquier manera, se lo juzgaría en ausencia por el pago de sobornos para obtener la sede del 2006. Se lo investigó desde 2015 junto a otros tres altos dirigentes de la DFB acusados de fraude fiscal, malversación de fondos, lavado de dinero y apropiación indebida. Uno de esos dirigentes es Theo Zwanziger, ex presidente de la DFB.
Se dijo también que ese dinero fue para pagar coimas para el voto de cuatro delegados asiáticos para que votaran por Alemania para el 2006. Esta publicación de la revista “Der Spiegel” en 2015, le costó el cargo al presidente de la DFB, Wolfgang Niersbach y obligó a la entidad alemana a una investigación propia. Descubrieron que entre mayo y julio de 2002 salieron cuatro pagos que totalizaron 6,7 millones de euros desde una cuenta suiza a nombre de Beckenbauer a una oficina de abogados de la localidad suiza de Sarnes, aunque el destino final fue el holding KEMCO en Qatar, administrado por el ex dirigente de la FIFA y suspendido de por vida, Mohammed Bin Hammam.
Esa misma oficina en Sarnes recibió en agosto de 2002, 10 millones de francos suizos por parte del ex jefe de Adidas Robert Louis Dreyfus. Esa oficina de Sarnes envió entonces 6 millones a la cuenta a nombre de Beckenbauer y los otros 4, a la cuenta de KEMCO en Qatar. Esto desató el interés de la Fiscalía suiza y “Der Spiegel” comenzó a referirse a una caja negra del Comité Organizador 2006 que era alimentada por Dreyfus y Adidas porque ese dinero negro nunca fue registrado por el Comité y no se sabe qué ocurrió con él. En 2000, Alemania fue elegida sede del 2006 por 12-11contra la candidatura de Sudáfrica, cuando sorpresivamente se ausentó de la sala de votación el neozelandés Charles Dempsey.
Desde que estalló ese escándalo, Beckenbauer se recluyó en su mansión de Austria, canceló todos los encuentros públicos y sólo concedió una entrevista al periódico Suddeustche Zeitung, al que negó haber estado involucrado en sobornos y dijo que “yo firmaba todos los documentos que me llegaban sin mirar. Nunca cometí un delito”.
Pese a todo lo que ganó en su carrera con la selección alemana, Beckenbauer llegó a decirle al por entonces DT del combinado europeo Joachim Löw que “siempre tuvimos jugadores de calidad, pero tú tienes el mejor equipo alemán de todos los tiempos, tienes 23 jugadores al máximo nivel, algo que no tuvimos nunca”, en una entrevista a ambos en la revista “Bild am Sonntag”. Low le había pedido a Beckenbauer que por favor no dijera que Alemania tendría un equipo invencible por muchos años, como afirmó cuando ganó el Mundial 1990, lo que terminó siendo un estigma para su sucesor y amigo Berti Vogts. “Es algo que Bertie todavía no me perdonó”, reconoció el Kaiser, con ironía.
En su vida tuvo cinco hijos: Stefan (fallecido a los 46 años por un tumor cerebral, ex DT de la cantera del Bayern, descubridor de Bastian Schweisteiger y Thomas Muller), Thomas, Michael (de su primer matrimonio), Noel y Francesca. Se casó en tres ocasiones y su última unión matrimonial fue con Heidi en 2006. También hay que mencionar que tuvo un hijo extra matrimonial a los 55 años con su por entonces secretaria al que reconoció llamado Johann. “He hablado con mi esposa al respecto. Por supuesto, la situación no era fácil, pero hemos acordado que seguimos juntos. Nuestro matrimonio es fuerte y seguiremos como hasta ahora”, explicó en su momento.
Jugador elegante, siempre parecía que andaba en puntas de pie, y mayor símbolo del Bayern, un equipo que dio cracks como Sepp Maier, Gerd Müller, Karl Rummenigge, Lothar Matthaus, Michel Ballack u Oliver Kahn, muchos aficionados piden que el estadio actual del Bayern, el Allianz Arena, lleve su nombre. Ahora, con su muerte, habrá que ver cuáles serán los tributos que llegarán para celebrar la vida de una de las grandes leyendas del fútbol de todos los tiempos.
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