A un año de la muerte de Diego Armando Maradona, el dolor de un pueblo por la desaparición del ídolo sigue vigente.
Esta vez era cierto. Corría el mediodía del 25 de noviembre de 2020 y en medio de un país que comenzaba a moverse después de sufrir los efectos de la pandemia del coronavirus, la noticia cayó como un balde de agua fría. Esta vez era verdad, no como en aquel ya lejano año 2000 cuando muchos lo dieron por muerto en Punta del Este; ni como aquella vez, en 2007, que un canal de cable instaló durante al menos un minuto una chapa negra en señal de luto. Diego Armando Maradona nos había dejado.
La conmoción fue total, comparable a la del deceso de Juan Domingo Perón en 1974. Gente llorando en la calle, incluso chicos y jóvenes que nunca lo vieron jugar. Si hasta conductores de televisión estallaron en llanto al dar la noticia. Pero tal vez aquella foto el día del velatorio en la Casa Rosada, con un hincha con la camiseta de Boca y otro con la de River abrazándose en medio del llanto, refleje lo que fue el Diego para los argentinos. Él nos unió, algo que realmente es muy difícil en una sociedad en permanente grieta. Él nos hizo vibrar, llorar, celebrar…
Aquellos goles a los ingleses, cuatro años después de la guerra de Malvinas; aquel llanto tras perder la final del Mundial de Italia 90 y el insulto a los tifosi que silbaron el himno nacional durante la ceremonia previa al encuentro, y ese discurso de despedida en La Bombonera, el de «La pelota no se mancha», que quedará latiendo por siempre en los oídos de todos los fanáticos del fútbol, nos puso la piel de gallina, como mínimo.
Su muerte, al menos por un instante, volvió a unir al pueblo en un momento muy difícil del país. Más allá de las críticas por la forma en que se llevó a cabo el velatorio, la convocatoria fue multitudinaria, más aún en medio del temor que genera una pandemia como la que aún estábamos y estamos sufriendo. La gente quería despedir a su ídolo, a una especie de dios para todos. O para casi todos.
Es más, hubo pedidos para que esta triste fecha pase a la posteridad como un feriado nacional. Otros quisieron que su cara quede reflejada en un billete. Y no estaría nada mal que alguien tomara la decisión de hacer esas dos cosas. Al fin, Maradona nos dio la alegría que muchos nos robaron. ¿Se puede cuestionar algunas de sus actitudes? Sin duda, era humano, como todos nosotros que también cometemos errores.
Más allá de su clase con la pelota en sus pies, con la que deslumbró al mundo entero, el Diez refleja bastante de lo que somos como sociedad. Fue solidario en extremo (y muchas ves en silencio) aunque también tuvo sus actos de soberbia. Cedió ante las tentaciones… pero cuántos lo hicimos. Siempre defendió al país y fue amado en el lugar que pisó. En Nápoles, por ejemplo, lo consideran tan napolitano como argentino.
Pasó un año ya de su desaparición, pero nadie lo olvidará jamás. Aquel cebollita que en su primera y lejana entrevista televisiva, con poco más de diez años, dijo que «su sueño era jugar un Mundial» ya no está físicamente, pero seguirá vivo siempre en el corazón de los que lo disfrutamos. Con sus aciertos y sus errores. Cumplió su sueño y el de todo un país y como bien dijo alguien tras su fallecimiento, a Maradona no se lo juzga por lo que hizo con su vida, se lo ama por lo que hizo con la nuestra.
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