El 12 de octubre de 1972, un avión con 45 personas abordo se estrelló en la cordillera. Solo 16 de ellos sobrevivieron, tras haber permanecido 72 días varados en medio de un glaciar.
Un avión repleto de jóvenes rugbiers uruguayos, acompañados por amigos y familiares, se estrelló el 13 de octubre de 1972 en medio de la cordillera de los Andes. Tras ocho días, suspendieron el operativo de búsqueda y los dieron por muertos. Sin embargo, 16 de ellos se las arreglaron para sobrevivir durante 72 días hasta ser rescatados. El episodio pasó a la historia como la tragedia de los Andes, aunque muchos prefieren hablar de un milagro.
Clima gélido, provisiones limitadas, una avalancha que sepultó a varios, la difícil pero necesaria decisión de comerse a las víctimas para sobrevivir y un desesperado viaje en busca de ayuda son algunos de los condimentos que convirtieron ese suceso en uno de los más reconocidos del siglo XX.
La tragedia de los Andes: cómo fue el accidente
El 12 de octubre de 1972, un avión serie FAU 571 partió desde Montevideo, Uruguay, con destino a Santiago de Chile. En su mayoría, viajaban jugadores de rugby del Colegio Old Christians, que tenía un partido programado contra Old Boys Club, un equipo inglés. También viajaban amigos, familiares y allegados. En total, eran 40 pasajeros y cinco miembros de la tripulación.
Debido a las adversas condiciones climáticas, la aeronave hizo una parada en Mendoza, donde pasaron la noche. Al día siguiente, a pesar de que el clima había mejorado poco y nada, el avión retomó el viaje. La tragedia sucedió cuando cruzaban la cordillera de los Andes.
El piloto, que tenía amplia experiencia en ese recorrido, cometió un error de cálculos. Comenzó a descender creyendo que ya habían pasado la cordillera, pero el viento en contra había disminuido la velocidad crucero y estaban más atrasados de lo que pensaba. Entonces, se estrelló contra una montaña: perdió ambas alas y parte de la cola. El resto del fuselaje se deslizó poco más de 700 metros hasta que se estancó en la nieve de un glaciar, en el extremo occidental de Argentina, cerca de la frontera con Chile.
Como consecuencia del accidente, tres miembros de la tripulación y ocho pasajeros perdieron la vida en el acto. Al cabo de la primera noche, apenas quedaban 27 con vida. Muchos otros murieron por las gélidas temperaturas y por una avalancha que se cobró la vida de ocho jóvenes. Finalmente, hubo solo 16 sobrevivientes.
La tragedia de los Andes: la difícil tarea de sobrevivir
Mantenerse con vida no fue nada fácil. En un principio, tuvieron ilusiones de ser rescatados. Sin embargo, se enteraron por una radio que lograron reparar que el operativo de búsqueda había finalizado tras ocho días. Habían dado por perdida la aeronave, dado que su estructura blanca se confundía con la nieve y resultaba imposible verla desde las alturas.
Entonces, comenzó la difícil tarea de sobrevivir en ese ambiente inhóspito. Racionaron la poca comida que lograron recuperar y aprovecharon el calor humano para afrontar el frío. No obstante, las provisiones se agotaron rápidamente. En la desesperación, ingirieron pasta de dientes, suelas de zapatos y nieve, hasta que la garganta hinchada no les permitía tragar más agua congelada.
En ese contexto, recurrieron a la antropofagia para sobrevivir. El canibalismo fue uno de los aspectos que más interés generó en la sociedad y en varias de las entrevistas posteriores que tuvieron les consultaron al respecto. Ninguno se enorgulleció de comerse a sus familiares y amigos para subsistir, pero todos admitieron que no había otra opción. “Me preguntas a qué sabe la carne humana. A vida, a eso sabe”, reflexionó Pedro Algorta, uno de los jóvenes que logró sobreponerse a la tragedia.
La tragedia de los Andes: el rescate
Conscientes de que ya no los buscaban y de que sobrevivir era cada vez más difícil, decidieron ir en busca de ayuda. Nando Parrado y Roberto Canessa, dos de los líderes del grupo, caminaron durante diez días y casi 40 kilómetros hasta que finalmente encontraron un río. Siguieron el cauce y en el anochecer del 22 de diciembre vieron a un hombre en la orilla del frente del río El Barroso.
Estaban tan débiles que siquiera podían gritar para contar lo que les sucedía. Entonces, el arriero Sergio Catalán les arrojó una botella, con un papel y un lápiz dentro, para que le dijeran quiénes eran. Con las pocas fuerzas que les quedaban, escribieron la nota.
“Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar arriba? Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”, redactó Parrado.
Entonces, el arriero fue con la policía para contarle lo que sucedía. No le creyeron, dado que se pensaba que todos los pasajeros de ese vuelo estaban muertos. Recién cuando les mostró la nota le creyeron.
De esa manera, los jóvenes que habían permanecido en la montaña fueron rescatados entre el 22 y el 23 de diciembre de 1972, 72 días después de que sucediera el accidente. Fueron 16 sobrevivientes: Pedro Algorta, Roberto Jorge Canessa Urta, Alfredo Daniel Delgado Salaberri, Daniel Fernández Strauch, Roberto Fernando Francois Álvarez, Roy Alex Harley Sánchez, José Luis Inciarte Vázquez, Álvaro Mangino Schmid, Javier Alfredo Methol Abal, Carlos Páez Rodríguez, Fernando Seler Parrado Dolgay, Ramón Mario Sabella Barreiro, Adolfo Luis Strauch Urioste, Eduardo José Strauch Urioste, Antonio José Vizintín Brandi y Gustavo Zerbino Stajano.
En enero de 1973, se cavó una tumba cercana al fuselaje del avión y enterraron allí a las víctimas. Además, construyeron un altar con una cruz de hierro y una placa que reza: “El mundo a sus hermanos uruguayos. Cerca, oh Dios de ti”. Muchos de ellos regresaron a ese lugar, para recordar la prueba más difícil que superaron y valorar la vida.
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