El aislamiento social como consecuencia de la pandemia provocada por el Coronavirus ha capturado masivamente la atención popular, impidiendo que los habitantes de las ciudades ribereñas al Paraná tengan una percepción directa y cotidiana del aspecto que por estos días ofrece el río, caracterizado por una bajante de ribetes históricos.
Al momento de escribirse esta crónica la altura en el Puerto de Corrientes es de 1.01 metros en creciente, unos centímetros más que los 0,93 metros que se registró el pasado 21 de abril según datos aportados por la Prefectura Naval Argentina. Son más de siete meses en los que el nivel del río en las cuencas inferiores tiene registros muy bajos respecto de los promedios históricos de los últimos 50 años. Para tener una idea de la magnitud de esta bajante pronunciada, cabe mencionar que en la creciente del año 1982, en el Puerto de Corrientes se registró un pico máximo de 8,39 metros de altura hidrométrica.
Este hecho natural con características poco usuales es analizado por el doctor Oscar Orfeo, un investigador retirado del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL-CONICET-UNNE) en el área de sedimentología fluvial.
«Para analizar la bajante extrema del río Paraná, podemos acudir a dos vías de aproximación: la hidrológica y la climática. Desde el primer punto de vista, la disminución del caudal responde a causas naturales debido a la escasez de lluvias. Pero, el prolongado período de sequía que desencadena la falta de lluvias podría estar vinculado a algunas acciones llevadas a cabo por el hombre, como por ejemplo el uso indiscriminado de los recursos energéticos, especialmente combustibles fósiles, que afecta el clima global».
Con ese criterio, el científico no descartó la posibilidad de que la acción del hombre puede estar influenciando sobre el estado hidrológico del río, ya que «el manejo irracional de grandes extensiones del planeta puede agravar su deterior ambiental hasta límites aún poco conocidos». Orfeo fundamentó las causas naturales de la bajante: «El caudal del río Paraná en nuestro país depende básicamente de la magnitud de las lluvias ocurridas en las áreas altas de la cuenca, localizadas en Brasil».
«Por eso decimos que el Paraná es un río alóctono, ya que los estímulos energéticos que recibe (en este caso las lluvias), provienen de sitios muy distantes».
Casi la mitad de la cuenca de drenaje del río Paraná (48%) se encuentra en territorio brasilero, totalizando 1.260.000. km cuadrados de superficie solo en dicho país. Esto sirve para comprender la dinámica hídrica del río, ya que precisamente ese sector de la cuenca de aporte se encuentra aguas arriba del territorio argentino.
En consecuencia la zona de captación del agua que escurre hacia el Paraná está ubicada mayoritariamente en Brasil.
«Un río es un agente geológico que transporta agua, sedimentos y organismos, desde las partes topográficamente elevadas de una cuenca hidrográfica hacia las partes más bajas de la misma, por acción de la fuerza de gravedad» añadió el ex docente de la Cátedra de Geología de la Facultad de Ciencias de Exactas y Naturales y Agrimensura de la UNNE. Ahora bien, el agua que recibe una cuenca fluvial proviene casi exclusivamente de las lluvias, y estas generalmente tienen una distribución relativamente predecible en el espacio y en el tiempo, pero no tan predecible en su magnitud. En otras palabras, «se puede saber aproximadamente en qué época del año un río aumentará o disminuirá su caudal -considerando el Ciclo hidrológico- pero no se puede pronosticar con certeza en qué medida lo hará, a menos que se conozcan con anticipación los datos de lluvias», expresó el doctor Orfeo. Factor Antrópico.
En esta explicación encadenada que plantea el investigador sobre la bajante marcada del río, vincula el efecto de la actividad humana con la intensidad de los factores climáticos. Conviene entonces separar las acciones humanas que pueden influenciar el nivel hidrológico de un río, de las que no tienen ninguna relación. Con respecto a esta segunda alternativa el doctor Orfeo hace referencia a la eventual influencia que podrían tener las represas hidroeléctricas brasileñas en el caudal actual del Paraná.
«Es importante destacar que así como las represas no producen agua, por lo tanto no influyen en las crecidas de los ríos, tampoco la retienen indefinidamente. La capacidad de almacenaje de una represa es limitada: una vez que el agua alcanza el nivel adecuado para alimentar las turbinas, el agua pasa libremente por los vertederos».
«También es cierto que en bajantes extremas las compuertas se cierran más de lo habitual para compensar el escaso ingreso de agua, pero la causa real de la retención adicional es la falta de lluvias, ya que por lo general se trata de presas de paso que no tienen la capacidad de regular el nivel hidrológico de un río con las dimensiones del Paraná», explicó Orfeo.
El investigador no descarta que la frecuencia y distribución de las lluvias en la cuenca pueden responder a las alteraciones en la atmósfera de origen antrópico, como consecuencia de la acumulación de gases de efecto invernadero. «El efecto invernadero ha generado innumerables disturbios en el delicado equilibrio de los sistemas naturales, íntimamente relacionados entre sí».
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