27 noviembre, 2024

Hoy se conmemora el natalicio del General José de San Martín: Libertador de América

El prócer máximo argentino y libertador de la Argentina, Chile y Perú nacio el 25 de febrero de 1778 y falleció el 17 de agosto de 1850, en su casa de Boulogne-sur Mer (Francia), rodeado de sus seres queridos. Sus restos fueron repatriados en 1880 y actualmente descansan en un mausoleo construido dentro la Capilla Nuestra Señora de la Paz.

El nacimiento en Yapeyú

José Francisco de San Martín fue hijo del capitán don Juan de San Martín, nacido en Cervatos de la Cueza el 3 de febrero de 1728, y de doña Gregoria Matorras del Ser, que vio la luz en Paredes de Nava el 12 de marzo de 1738. Las dos poblaciones pertenecían al Reino de España y estaban en jurisdicción de Palencia, una de las provincias de Castilla la Vieja.

El Libertador vino al mundo el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, que actualmente forma parte de la provincia argentina de Corrientes y que, por entonces, era la capital de uno de los cuatro departamentos en que habían sido agrupados los treinta pueblos de las misiones guaraníticas tras disponer el rey Carlos III en 1767 la expulsión de los jesuitas, quienes habían evangelizado la región, sufrido el martirio en muchos casos e incorporado a miles de indígenas a la vida civilizada.

Don Juan de San Martín ejerció allí, desde 1775, las funciones de teniente de gobernador.

En 1781, la familia San Martín -el padre, la madre y cinco hijos, de los que cuatro eran varones- estaba radicada en Buenos Aires.

Todos emprendieron viaje a España a fines de 1783, haciéndolo a bordo de la fragata Santa Balbina. Arribaron al puerto de Cádiz en la segunda quincena de marzo de 1784.

Soldado del ejército real

José de San Martín, después de realizar estudios elementales en Málaga, donde se había establecido su familia, se incorporó en 1789 como cadete al Regimiento de Murcia, del arma de infantería.

Mientras formó parte del ejército real con guarnición en España, combatió inicialmente en África contra los moros (árabes islámicos que habitaban en el norte de ese continente) y después lo hizo en Europa o en los mares vecinos, en guerras sostenidas con Francia, Inglaterra y Portugal. Esto determinó su participación en treinta y una acciones bélicas, siendo una de ellas el combate de Arjonilla.

Por su actuación en la famosa batalla de Bailén, donde resultaron batidas las legiones invasoras del emperador Napoleón I, fue ascendido al grado de teniente coronel y condecorado con medalla de oro, alto timbre de honor del ya por entonces destacado militar rioplatense.

Por este tiempo, en que pasó a ser oficial de caballería, San Martín se vinculó a otros jóvenes americanos, residentes en la Península, que forjaban planes de independencia política para las respectivas regiones de su nacimiento.

En 1811, pidió y obtuvo su retiro del ejército real, dejó España por la vía de Portugal y se trasladó a Londres, donde esperaba concretar su propósito de pasar a América.

En Buenos Aires, en San Lorenzo, en el Norte

A poco de su llegada, el gobierno triunviro le confió la organización de un escuadrón de caballería, que en pocos meses se constituiría en la base del Regimiento de Granaderos a Caballo, de inmortal memoria en las luchas por la emancipación americana.

Mientras instruía a oficiales, cadetes, cabos y soldados en el arte militar, en el manejo de las armas y en la disciplina castrense, el general San Martín contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada.

El 7 de diciembre de 1812, el nuevo gobierno triunviro le concedió el empleo de coronel del flamante regimiento.

El 3 de febrero de 1813, San Martín, al frente de 120 granaderos, obtuvo su primera victoria en tierra americana al derrotar en San Lorenzo, cerca de la ciudad santafesina de Rosario, a 250 infantes desembarcados de una expedición fluvial corsaria promovida por el gobierno de Montevideo, ciudad aún dominada por partidarios del rey Borbón. El combate duró quince minutos y en su transcurso el jefe criollo estuvo a punto de perder la vida al quedar aprisionado por su caballo herido.

El Ejército del Norte había sido creado por el gobierno revolucionario en 1810 para afirmar su autoridad y consolidar el movimiento independentista hasta las fronteras con el Virreinato del Perú. Al mando del benemérito general Manuel Belgrano, vencedor en las batallas de Tucumán y Salta, penetró en 1813 en el Alto Perú (actual Bolivia), donde sufrió los reveses de Vilcapugio y Ayohuma. Mientras las fuerzas militares derrotadas retrocedían hasta Salta para reorganizarse, el gobierno de Buenos Aires decidió socorrerlas con el envío de refuerzos al mando del coronel San Martín. Este asumió el mando del Ejército del Norte el 29 de enero de 1814, tras disponerse el relevo del general Belgrano.

El nuevo jefe, que estableció sus cuarteles en Tucumán, se dedicó a reorganizar y disciplinar el ejército que se le había confiado, para lo que se valió de sus amplios conocimientos militares. Se hallaba dedicado a tan importante tarea cuando un grave deterioro de su salud lo obligó a pedir licencia, que le fue concedida. Pasó entonces a Córdoba, donde el descanso y los cuidados médicos contribuyeron a mejorar su estado.

Gobernador de Cuyo

Mientras se hallaba en el Norte, San Martín llegó al convencimiento de que por ese solo camino no se lograría derrotar a las fuerzas del virrey del Perú que ocupaban el Alto Perú. En su concepto, era necesario abrir un segundo frente por el océano Pacífico y avanzar sobre Lima para que las tropas virreinales se retirasen a fin de acudir en defensa del territorio peruano amenazado. Mientras esto no sucediese, el Ejército del Norte y la defensa de la frontera con el Alto Perú quedarían a cargo de Martín Miguel de Güemes y sus milicias gauchas.

El 10 de agosto de 1814, el director supremo Gervasio Antonio de Posadas designó a San Martín -dijo hacerlo «a su instancia y solicitud»- «gobernador intendente de la Provincia de Cuyo, con el doble objeto de continuar los distinguidos servicios que tiene hechos a la Patria y el de lograr la reparación de su quebrantada salud en aquel delicioso temperamento».

Cabe señalar que la gobernación intendencia de Cuyo había sido creada el 29 de noviembre de 1813, con jurisdicción sobre las provincias de Mendoza, San Juan y San Luis, separadas por esta decisión de la de Córdoba.

El plan continental de liberación

Llevaba San Martín dos meses en el gobierno de Cuyo -asumido por él en septiembre de 1814- cuando sucumbió el régimen independentista de Chile a manos de las tropas represoras enviadas por el virrey del Perú. Esto determinó que el Libertador replantease su plan de acción militar, lo que lo llevó a optar entre dos alternativas: o adoptar un plan defensivo en previsión de que las tropas del virrey del Perú atacasen a Cuyo atravesando la cordillera de los Andes o formar un ejército para cruzar esas montañas a fin de liberar Chile y, conseguido esto, hacer otro tanto con el Perú. Se decidió por la segunda, o sea por una acción militar destinada a asegurar a los pueblos hispanoamericanos su segregación de la monarquía borbónica y su condición de estados soberanos.

El plan continental sanmartiniano fue aprobado por el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata poco después de haber declarado estas su independencia el 9 de julio de 1816.

Cómo era San Martín

San Martín repartió su tiempo en ejercer el gobierno civil de Cuyo y en organizar el Ejército de los Andes, cuyo campo de instrucción estaba en el Plumerillo, cercano a la ciudad de Mendoza. De un lugar a otro se trasladaba montando «un caballo negro, rabón, de trote largo». Su vestimenta -escribió Damián Hudson- era muy sencilla, pues usaba «pantalón de punto de lana, azul, ajustado a la pierna, bota granadera, un largo sobretodo de paño del mismo color en invierno, casaca larga de igual tela en el verano, con botones de metal dorado, corbatín de seda o de cuero charolado, sombrero militar forrado en hule».

Su estatura era de 1,70 m, aproximadamente, pero impresionaba como tanto o más porque estaba siempre erguido, con presencia castrense. El rostro se mostraba moreno, ya por coloración natural de la piel, ya por la huella que en él había dejado el servicio prestado a campo abierto. La nariz era aguileña y grande. Los prominentes ojos negros no permanecían nunca quietos y eran dueños de una mirada vivísima. Poseía una inteligencia poco común y sus conocimientos iban más allá de los propios de una estricta formación profesional.

De maneras tranquilas y modales que revelaban esmerada educación, según los momentos era dicharachero y familiar, severo y parco, optimista y dispensador de ánimo para quienes lo habían perdido o vacilaban. Nadie pudo ni podrá tacharlo de indiscreto, llegando en ocasiones a ser, por necesidad, casi críptico o disimulador sin mentira. Profundamente reservado y caluroso en sus afectos, de él dijo Mitre que «era observador sagaz y penetrante de los hombres, a los que hacía servir a sus designios según sus aptitudes».

La liberación de Chile

Concluida la preparación del Ejército de los Andes, entre cuyos jefes se contaba el gran patriota chileno Bernardo O’Higgins, a mediados de enero de 1817 se inició el cruce de la cordillera, que parecía insalvable para una masa militar en campaña. Traspuestas las montañas, las tropas libertadoras vencieron en Chacabuco a un ejército realista el 12 de febrero, victoria que les dejó libre el camino de Santiago, la capital de la antigua Capitanía General o Reino de Chile.

Tres días después, se reunió en la mencionada ciudad una representación de hombres notables, la cual designó al Libertador para que fuera el máximo magistrado político del país. Como San Martín declinó ese honor, entonces se escogió al brigadier O’Higgins, con el título de director supremo, para regir los destinos del país hermano. Al asumir el cargo, el patriota chileno dirigió al pueblo una proclama en la que dejaba constancia de que «los hijos de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de esa nación que ha proclamado su independencia como fruto precioso de su constancia y patriotismo, acaban de recuperaros la libertad».

Con motivo de la victoria de Chacabuco, el Cabildo de Santiago obsequió al general San Martín la suma de diez mil pesos. El héroe declinó el regalo y a la vez solicitó al ayuntamiento que lo destinara a fundar una biblioteca nacional, para que el pueblo, decía en una nota, «se ilustre en los sagrados derechos que forman la esencia de los hombres libres».

Las tropas realistas que aún permanecían en el sur de Chile fueron reforzadas desde el Perú e iniciaron un avance sobre Santiago. En la noche del 19 de marzo de 1818 lograron sorprender en Cancha Rayada al ejército unido de argentinos y chilenos, que se dispersó parcialmente. San Martín rehízo sus efectivos y el 5 de abril siguiente obtuvo un gran triunfo en la batalla de Maipú.

El escueto parte que en la tarde de ese día envió al director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón, lo dice todo:  «Nada existe del ejército enemigo; el que no ha sido muerto, es prisionero. Artillería, ciento sesenta oficiales, todos sus generales, excepto Osorio, están en nuestro poder; yo espero que este último me lo traigan hoy. La acción del 19 ha sido reemplazada con usura, en una palabra, ya no hay enemigos en Chile».

La victoria de Maipú tuvo enorme importancia, no sólo militar sino también política, por su gran repercusión en todo el continente, llevando esperanzas a los pueblos aún dominados y causando a la vez halagüeños augurios por sus derivaciones en la política europea.

Independencia del Perú

Poco antes de concluir 1818, el Congreso de las Provincias Unidas reconoció el nuevo Estado de Chile, cuya independencia había sido declarada al comenzar el año.

Con esa decisión se confirmaba uno de los fines de la campaña dirigida por San Martín: éste era un liberador de pueblos, no su dominador.

Asegurada la independencia de Chile, San Martín organizó el Ejército Libertador del Perú, integrado por argentinos y chilenos. La expedición, que partió el 20 de agosto de 1820, desembarcó el 7 del mes siguiente en la bahía de Paracas, donde se anunció al pueblo peruano que había llegado la hora de su liberación.

El jefe rioplatense inició en ese lugar su campaña, coronada con su entrada en Lima el 10 de julio de 1821, ingreso que hizo de incógnito en el atardecer de ese día para no quebrar la modestia y austeridad con que siempre rigió su extraordinaria existencia. El 28 de ese mes, el general proclamó la independencia peruana en la Plaza Mayor de Lima.

San Martín ejerció funciones de gobierno con el título de Protector de la Libertad del Perú. Entre sus realizaciones cabe recordar las siguientes: creó la bandera y el himno de la nueva nación; fundó la Escuela Normal y la Biblioteca Nacional, a la que donó sus libros; decretó la libertad de los hijos de esclavos nacidos después de la declaración de la independencia y extinguió los tributos que pagaban los indígenas. Mientras continuaban las acciones militares contra las fuerzas realistas, formó la primera escuadra peruana y el ejército nacional.

Después de entrevistarse en la ciudad ecuatoriana de Guayaquil, en julio de 1822, con el Libertador del Norte, el general Simón Bolívar, San Martín prefirió abandonar el campo de su gloria con un renunciamiento ejemplar antes que claudicar en sus principios de libertador de pueblos.

La muerte del héroe

En 1848, debido a la agitación reinante en gran parte de Francia, San Martín dejó Grand Bourg y, acompañado por su familia, se trasladó a Boulogne-sur-Mer. Desde allí resultaría más fácil y rápido pasar a Gran Bretaña.

En Boulogne-sur-Mer, a las 3 de la tarde del 17 de agosto de 1850, falleció don José de San Martín, brigadier general de la Confederación Argentina, capitán general de la República de Chile y generalísimo de la del Perú y fundador de su libertad. Se hallaban a su lado su hija Mercedes, su yerno Mariano Balcarce, sus nietas, el representante de Chile en Francia don Francisco Javier Rosales y el doctor Jordán, quien lo asistió como médico. El diplomático chileno, al comunicar a su gobierno la triste nueva, expresó que el Libertador «acabó sus días con la calma del justo en los brazos de su afligida y virtuosa familia».

En 1880, los restos del Padre de la Patria fueron trasladados desde Francia a Buenos Aires para ser depositados en el mausoleo que al efecto se erigió en la Catedral. Figuras simbólicas que representan a la Argentina, Chile y Perú le rinden guardia permanente.