15 febrero, 2025

San Valentín: por qué el Día de los Enamorados se celebra el 14 de febrero

La celebración tiene su origen en una tradición religiosa, basada más en una leyenda que en un hecho histórico. Cómo se inició y dónde se festeja

Cuenta la leyenda que en el siglo III de nuestra era un sacerdote romano llamado Valentín se enfrentó a una orden del emperador Claudio II que impedía el matrimonio a los varones jóvenes, convencido de que, sin ataduras sentimentales, serían mejores soldados. El buen Valentín casaba en secreto a las parejas de enamorados según el rito católico, hasta que fue descubierto y ejecutado bajo martirio. Eran épocas en que el Imperio Romano perseguía a los cristianos a quienes veía como desestabilizadores de su poder.

Este religioso fue enterrado en Roma y sobre su tumba el papa Julio I hizo construir una basílica. Pero, además, existe otra tradición que identifica a San Valentín con el obispo de Terni, ciudad situada a 100 kilómetros al norte de Roma, quien también fue decapitado en un momento de persecución a los cristianos. Es posible que estas sean versiones diferentes de la misma historia original y se refieran a una sola persona. Pero hay un tercer San Valentín, que habría sido martirizado en África, según la Enciclopedia Católica.

Los dos san valentines asesinados en Roma aparentemente fueron sepultados en la Via Flaminiana, pero a diferentes distancias de la ciudad. Lo que hoy se conoce como Porta del Popolo era llamada antiguamente la Puerta Flaminiana de Roma y, en los tiempos del historiador medieval inglés William de Malmesbury, fue denominada Puerta de San Valentín. Al parecer este nombre fue tomado de un pequeño templo en el barrio cercano que era dedicado al santo. De ambos san Valentines romanos se conserva algún tipo de acta, pero son de fechas relativamente posteriores y sin valor histórico, según la Enciclopedia Católica.

La veneración de la Iglesia Católica a San Valentín cada 14 de febrero duró desde el siglo V hasta 1969, cuando el Concilio Vaticano II lo borró del santoral por considerar que no había pruebas suficientes de la existencia de ese santo perdido en el confín de los tiempos. De modo tal que hoy, 14 de febrero, la Iglesia Católica celebra otros santos: San Cirilo y San Metodio, ambos patronos de Europa.

El papa Gelasio I habría sido quien dispuso la veneración a este santo en el año 468, institucionalizando así la leyenda, con la intención —no comprobada históricamente— de cristianizar una antigua celebración pagana conocida como Lupercales, que se realizaba a mediados de febrero.

Pero el propio Gelasio I admitió que San Valentín era uno de esos santos “cuyos nombres son venerados por los hombres, pero cuyos actos solo Dios conoce”, sugiriendo la falta de pruebas históricas sobre la existencia de este mártir.

Hay quienes creen que fue durante la Edad Media cuando San Valentín se asoció al amor romántico, dando lugar a la imposición del mártir como patrono de los enamorados. La fábula fue creciendo y hoy continúa.

En el transcurso del siglo XIX en los países anglosajones se inició la tradición de intercambiar postales con frases de amor y se consagró el Día de los Enamorados. Más tarde se sumaría la costumbre comercial de regalar a la pareja rosas, bombones, joyas y hoy, por qué no, también un dispositivo electrónico, lo que genera un movimiento comercial nada despreciable, sobre todo en épocas de vacas flacas.

En Inglaterra y Francia, las costumbres populares asociadas al Día de San Valentín tienen su origen en la creencia común admitida durante la Edad Media de que el 14 de febrero, es decir a mediados del segundo mes del año, las aves comienzan a aparearse.

El amor según San Valentín

Según Vatican news, en el Martirologio Romano, el 14 de febrero encontramos no a uno, sino a dos Valentines. Del primero se dice: “14 de febrero, en Roma, en la Via Flaminia, día de San Valentín, sacerdote y mártir, que después de haber realizado varias curaciones significativas, fue asesinado y degollado bajo la orden del emperador Claudio César”.

Del segundo se dice: “14 de febrero, en Terni, festividad de San Valentín, obispo que después de haber sido golpeado durante un largo período fue encarcelado y, al no poder vencer su resistencia, fue arrastrado secretamente a medianoche y degollado por el prefecto de Roma, llamado Plácido”.

Demasiadas similitudes, en especial el lugar de la tortura y el entierro, unen la historia del Valentín romano con la del Valentín terniano, como para no sospechar que en realidad se trata de un solo mártir: en ambos casos se cuenta un valiente testimonio de fe, una curación milagrosa que causa conversiones, y un martirio por decapitación en la vía Flaminia.

Sin duda alguna, es gracias a los monjes benedictinos, que en la Edad Media custodiaban la basílica de Terni, que se produjo la difusión del culto de San Valentín en sus monasterios en Francia e Inglaterra, donde se originó su patronato sobre los novios, basado en un antiguo escrito del inglés Geoffrey Chaucer, el famoso poeta medieval inglés, es conocido por haber escrito sobre el Día de San Valentín en su obra “Parliament of Fowls” (El Parlamento de las Aves), escrita alrededor de 1382.

En “Parliament of Fowls”, el poema describe una escena en la que varias aves se reúnen para elegir a su pareja, y es en este contexto donde Chaucer introduce la idea de que el 14 de febrero es el día en que los amantes deben elegir a su pareja, a través de la referencia a “se’st the day on which it is said that birds choose their mates”. Este poema, aunque no menciona a San Valentín específicamente como el santo, asocia esta fecha con el amor y el cortejo, lo que probablemente contribuyó a la creación de la tradición de celebrar el amor en ese día.

Es de todos modos una linda tradición celebrar el amor humano, podrías preguntarnos hoy si sigue existiendo este proceso como lo hemos conocido. Pareciera que mayoritariamente no. Todo es más rápido y poco comprometido en tiempos de amores fugaces y poco románticos.

La modernidad líquida –como categoría sociológica– es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados. La metáfora de la liquidez –propuesta por Bauman– intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones.

El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin alma que ofrecen las redes y las aplicaciones. Beboteos sin romanticismo ni proyectos. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante –incierta– y cada vez más imprevisible, es la decadencia del proyecto del amor concretado en una familia.

La modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres y mujeres, que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres asumiendo los miedos y angustias existenciales que la libertad trae.