23 marzo, 2025

Se cumplen cinco años de la cuarentena en la Argentina: del “quedate en casa” a «ver las calles vacias».

El 20 de marzo de 2020, los argentinos despertaron ante un escenario inédito: calles vacías, controles policiales y una incertidumbre que marcaría a toda una generación. A cinco años del inicio de la cuarentena por el Covid-19, este relato reconstruye el primer día del aislamiento obligatorio decretado por el gobierno, sus efectos inmediatos y las imágenes que quedaron en la memoria colectiva

Las calles estaban desiertas el viernes 20 de marzo de 2020. El primer día de la pandemia amaneció con postales jamás vistas de la Argentina. Lugares que eran hormigueros, como la Avenida 9 de julio, o destinos vacacionales que en marzo todavía recibían turistas, como Mar del Plata, estaban vacíos, como si no quedaran rastros de humanidad. El silencio era ensordecedor, si no fuera por el canto de las aves, que pasaron a ocupar el primer plano. Hasta ese momento, el oído estaba acostumbrado al ruido de los motores, de la gente al pasar, al sonido de las rueditas de mochilas arrastrándose camino a la escuela. Pero todos esos sonidos cotidianos se esfumaron.

Los argentinos despertamos con una sensación de asombro y, al mismo tiempo, con una profunda incertidumbre tras el anuncio del entonces presidente Alberto Fernández. La normalidad estaba interrumpida y el aislamiento marcaría a cada argentino de por vida, como un sello de fuego. Hoy se cumplen cinco años del inicio de la cuarentena, uno de los principales capítulos de la historia reciente. Por cierto, oscuros.

El anuncio con advertencias

Las palabras de Fernández fueron claras la noche anterior. Concisas para que a todos los habitantes del país no les quedara ninguna duda. En cadena nacional y por Decreto de Necesidad y Urgencia declaró el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio a partir de las 00.00 del 20 de marzo del 2020, al que debían “someterse” todos los argentinos. “Esto quiere decir que, a partir de ese momento, nadie puede moverse de su residencia, todos tienen que quedarse en sus casas. Es hora de que comprendamos que estamos cuidando de la salud de los argentinos”, explicó con una mirada grave, en el centro de la escena, rodeado por el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta; el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales y el santafesino Omar Perotti.

Las razones para declarar esta cuarentena que sorprendía a los argentinos que tuvimos que ir a mirar los libros de historia para saber cuándo había sido la última, se prolongaba originalmente hasta el 31 de marzo.

Una de las palabras de ese discurso que quedaron grabadas en la memoria colectiva, mientras circulaban imágenes de hospitales colapsados en Italia, fue que el gobierno argentino había tomado “el toro por las astas desde el comienzo”. Y agregó: “nos hemos abocado a dar respuestas rápidas, aprovechando que Dios nos dio una oportunidad, que es darnos tiempo, para poder prevenir el avance del virus”. No así con los países llamados “críticos”, con los que había sido despiadado. En la Argentina había 128 casos confirmados hasta esa fecha, de los cuales 3 habían fallecido. Nadie imaginaba que, con el tiempo, el Covid-19 se cobraría 130 mil vidas en el país. Ni todo lo que vendría después. La incertidumbre y el miedo dominaban la escena.

Fernández enumeró todas las medidas que se habían tomado y por lo pronto no eran suficientes para desacelerar la velocidad de los contagios para los que el sistema sanitario no estaba preparado. Entre ellas, la suspensión de clases, la cuarentena obligatoria de 14 días para los viajeros que llegaban de zonas de riesgo, el teletrabajo, asuetos administrativos, licencias laborales para mayores de 60 años, la cancelación de eventos masivos y cierre de fronteras. Sin embargo, advirtió, “seguimos teniendo problemas de gente, que no entiende que no se puede circular por las calles, en estas condiciones”. Por ello, el gobierno nacional decidió endurecer las restricciones y movilizar fuerzas de seguridad para controlar el cumplimiento del aislamiento.

El presidente explicó que no había que salir de los hogares, excepto para lo indispensable “para seguir viviendo la vida habitual”, una nueva normalidad que se traducía en hacer compras en los negocios de cercanía, almacenes, supermercados, ferreterías, farmacias, y no mucho más. Sacar la basura o llevar al perro de paseo para hacer sus necesidades, una excusa que servía para salir un poco más a la calle que el resto.

A partir de las 00.00 horas, la Prefectura, la Gendarmería, la Policía Federal y las policías provinciales estarían controlando la circulación por las calles, avisó Fernández. “Y entiéndase que aquel que no pueda explicar lo que está haciendo en la calle se verá sometido, a las sanciones que el Código Penal prevé para quienes violan las normas que la autoridad sanitaria dispone, para frenar una epidemia o – en este caso – una pandemia. Y advirtió severo, el mismo presidente que transgredió todas sus reglas como se pudo probar un año después con la famosa foto de la denominada “Fiesta Vip” en la Quinta de Olivos: “Vamos a ser absolutamente inflexibles, la realidad es que está es una medida excepcional, que dictamos en un momento excepcional, pero absolutamente dentro del marco de lo que la democracia permite”.

La primera dama, Fabiola Yáñez, quien en 2024 denunció al expresidente por violencia de género, difundió en sus redes sociales el 19 de marzo un video con famosos llamando a la responsabilidad ciudadana. La frase “Quedate en casa” fue repetida por figuras como Lionel Messi, Tini Stoessel y Luisana Lopilato.

El principio de una pesadilla colectiva

El primer día de la cuarentena fue un día muy diferente a todos. El aislamiento atentó contra la libre circulación y trajo consigo consecuencias dramáticas: afectó la economía, impidió el acompañamiento de enfermos y ancianos, postergó cirugías, consultas al médico, la asistencia a la escuela. El 20 de marzo de 2020 fue, para muchos argentinos, el principio de una pesadilla. Fue el día en que se estableció la división entre los trabajadores esenciales, que podían circular y los no esenciales, obligados a permanecer en sus casas.

Los noticieros mostraron calles vacías y una reducción histórica en el transporte público.

En Corrientes, el gobernador Gustavo Valdés confirmó el primer caso positivo en la provincia a través de Twitter a las 18:14 de ese día:

“Tengo que informarles que lamentablemente tenemos el primer caso positivo de Coronavirus en #Corrientes. Comienza la lucha. Tenemos que ser responsables y cuidarnos entre todos”, escribió a través de sus cuentas de redes sociales oficiales.

El paciente era un hombre de más de 60 años que había regresado de Europa junto a un grupo de personas. Aunque cumplió con el aislamiento preventivo, su test dio positivo, lo que encendió las alarmas en la provincia. A partir de ese momento, las medidas se endurecieron, y el miedo al contagio comenzó a sentirse en cada rincón de la sociedad.

El confinamiento trajo consigo una serie de restricciones que afectaron la vida cotidiana de todos los correntinos. Los controles policiales se intensificaron, el transporte público se limitó y algunos barrios fueron totalmente cerrados con montículos de tierra para evitar la propagación del virus.

«De un día para el otro nos cerraron el barrio. No nos avisaron nada. Cuando quisimos salir, nos encontramos con un cerco de tierra en la calle», recuerda Irene, vecina del Barrio Progreso, muy cerca del San Marcos, el primer barrio que fue cerrado en su totalidad. Durante semanas, los vecinos tuvieron que organizarse para recibir alimentos y medicamentos desde afuera, mientras el temor al virus aumentaba.

Para quienes realizaban tareas esenciales, la cuarentena no significó quedarse en casa, sino todo lo contrario. Médicos, enfermeros, recolectores de residuos y empleados de supermercados y trabajadores de prensa enfrentaron el riesgo del contagio a diario.

El personal de salud enfrentó jornadas interminables en hospitales que rápidamente quedaron desbordados. «Era una guerra biológica», afirmó la doctora Angelina Bobadilla, directora de Epidemiología de la Provincia de Corrientes.

Cinco años después, los números reflejan la magnitud de la crisis. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), hasta marzo de 2025, Argentina registró:

– 10.044.957 casos acumulados

– 130.472 muertes

– Tasa de incidencia acumulada: 22.225,4 casos por cada 100.000 personas

– Letalidad: 1,3%

En Corrientes, los datos también evidencian el impacto del virus. Hasta marzo de 2025, las cifras son las siguientes según la OPS.

– 149.401 casos confirmados

– 1.821 muertes

Cinco años después, la pandemia parece haber quedado atrás, pero las cicatrices siguen presentes. Muchas de las medidas preventivas que se volvieron cotidianas en 2020 hoy están prácticamente en desuso.

Mientras el mundo sigue adelante, la gran pregunta que queda es si estamos preparados para la próxima pandemia.