Pese a las sequías e incendios, el Presupuesto 2024 apenas contará con una pequeña fracción para la protección de especies nativas.
Lo que parece un ahorro es en realidad una pérdida irreparable. En el Presupuesto de 2024, el Gobierno destinó a la conservación de los bosques nativos apenas el 7,3% de lo que corresponde por ley.
En 2007 se sancionó la Ley de Bosques Nativos (26.331) que contempla que la partida de dinero destinada a la conservación debe ser el 0,3% del Presupuesto Nacional cada año. El presupuesto total para el año que viene es de $67.844.268.955.383. El 0,3% de esa cifra implicaría un desembolso de más de $203 mil millones. Sin embargo, lo que se destinará al Fondo Nacional para la Conservación de Bosques Nativos es poco más de $15 mil millones. Y al Programa Nacional de Protección de Bosques Nativos, $1,5 mil millones.
Según el análisis que hizo la organización Vida Silvestre, la Argentina cuenta con más de 50 millones de hectáreas de bosques en toda su extensión. Con ese presupuesto, lo destinado para cuidar cada hectárea durante todo el año serían apenas $300.
Esta problemática no es nueva. En los últimos 10 años, el presupuesto destinado no superó nunca más que el 10,3% de lo que corresponde. El punto más bajo fue en los años 2019 y 2020 con el 4,6%.
“Los bosques que se deforestan o se queman ilegalmente no se restauran. Y eso gran parte tiene que ver con la falta de recursos. Si estuviera ese 90% faltante se podrían reforestar”, explicó a TN Manuel Jaramillo, director de Vida Silvestre.
“Se deforestan en la Argentina 200 mil hectáreas por año y en un 76% en áreas en donde no se puede. Eso ocurre por falta de control provincial. Con más presupuesto habría más vehículos, combustible, posibilidades de monitorear y sancionar”, agregó.
Más allá de determinar un presupuesto, la Ley de Bosques Nativos también ordenó las tierras de todo el país y se estableció una suerte de semáforo para la deforestación: verde para zonas con bajo valor de conservación que pueden ser deforestadas; amarillo para zonas con valor medio de conservación que no deben desmontarse, pero pueden aprovecharse para actividades sostenibles como turismo; rojo para zonas de alto valor de conservación que no pueden tocarse.
“Cada 5 años se puede actualizar el ordenamiento territorial de bosques nativos, pero nunca ir hacia atrás. Vos podés pasar de verde a amarillo y de amarillo y rojo. Pero hay provincias que hicieron al revés. Es más rentable para ellos el agronegocio”, aseguró a TN Emiliano Ezcurra, director de la organización Banco de Bosques, que compra a través de donaciones hectáreas de bosque nativo para evitar que sean deforestadas.
“El presupuesto de la ley de bosques contempla una partida que debe ser destinada a control y vigilancia para poder controlar. El presupuesto es insuficiente. Lo que está en juego termina costando más plata a la sociedad: se pierde la fertilidad del suelo, hay más inundaciones, más incendios”, sumó.
¿Por qué se deforesta en la Argentina?
Según datos de la organización Global Forest Watch, en 2022 (último dato disponible) la Argentina perdió 232 mil hectáreas de su cobertura arbórea. Desde el 2001 se perdió el 17%. Históricamente, dos provincias reúnen el 51% de la deforestación en la Argentina: Santiago del Estero y Salta.
“La deforestación está traccionada por la especulación inmobiliaria. Se deforesta porque el área se puede vender más caro que el bosque nativo. También para ampliar la frontera agrícola”, explicó Jaramillo.
El avance del agro sobre los bosques del Norte se debió al boom del precio de las materias primas, sobre todo, en la primera década del 2000 y a la necesidad de expandir el negocio más allá de las fértiles tierras pampeanas. La deforestación fue récord en 2008 con la pérdida de 593.000 hectáreas (casi el triple que en 2022).
El impacto de la pérdida de bosque se ramifica, irónicamente, en otros eventos críticos que se retroalimentan entre sí. “Lo que vemos es una aceleración de lo que se llama eventos climáticos extremos. El calentamiento global, que está acelerado por la deforestación, está generando una sequía muy aguda y persistente que a su vez propicia la generación de focos de incendio, lo que genera más deforestación aún”, sintetizó Ezcurra.
Un ejemplo gráfico es la situación que se está viviendo en el Canal de la Patria, en Santiago del Estero. En las últimas semanas, imágenes de animales ahogándose en el canal porque se acercaron a buscar agua desesperados llenaron las redes sociales. Estos animales van en busca del agua que ya no tienen en su hábitat: en parte por la sequía, en parte porque se fue destruyendo su ambiente.
Pese al panorama complejo, Jaramillo es optimista: “A pesar de todas las falencias en la implementación, la ley ha marcado un antes y después. Hoy los bosques están en la agenda pública y hay un interés social mucho mayor. En su momento la ley de bosques sirvió para bajar la deforestación y debe recuperarse esa senda. Sin bosques no tenemos biodiversidad, regulación climática, producción de oxígeno”
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