Margarita Sosa recibió el alta médica. Decidió contar el sufrimiento y miedo que padece tras el violento ataque de su exesposo que permanece detenido. “Le dije ‘mi amor, no me mates’ y él se quedó pálido mirándome”, afirmó.
Margarita Sosa, la abogada que fue apuñalada por su expareja cuando se encontraba trabajando en un estudio jurídico del microcentro de la capital correntina, se recupera favorablemente. Le dieron el alta médica y decidió contar el sufrimiento que padece y el miedo a perder la vida.
“Tengo miedo. Yo no hacía pis porque pensaba en todo lo que él me hizo, después no pude hacer más pis y me tuvieron que poner una sonda. Tengo pesadillas, a veces parece que lo veo en la esquina de mi cama, a veces paso noches sin dormir. Yo sé que él va a salir a terminar lo que empezó”, confesó la mujer aterrada.
Relató que hace años estaban separados, pero convivían en la misma casa ya que las autoridades escolares de su hija, que sufre una discapacidad, le recomendaron que continúen con “la figura de la familia feliz”, por el bienestar de la menor. “Hace 3 años estamos separados, pero hace 20 días que no vivimos juntos”.
Margarita cree que el ataque pudo haber sido consecuencia de los celos de su expareja y esto la tomó por sorpresa. “No sé cómo se originó esto, para mí era un día totalmente normal. Me extrañó un mensaje de texto de mi exmarido a las 6 de la mañana, me preguntó si quería que me cocine algo (porque a veces la chica que trabaja en casa no viene) y yo le dije que no, le dije que la chica iba a estar, pero si quería ir después de hacer sus cosas a casa para ver a los chicos, le dije que vaya. Tenemos hijos en común y a pesar de estar divorciados teníamos una buena relación”. “A las 9 le llamó a un colega y le preguntó si yo me quedaba, y él le dijo que sí”. Así fue que el atacante llegó hasta la oficina para intentar matarla.
“Golpearon la puerta, cuando atiendo lo vi a él y me sorprendí por cómo estaba vestido: de anteojos oscuros, gorro oscuro, traje y tapado con el barbijo hasta arriba, tanto que no se veía nada. Me dijo que quería hablar conmigo, le hice pasar y me pidió que le preste mi teléfono, le presté porque lo conozco hace años y no pensé nada malo. Lo rompió en mil pedazos y yo no entendía por qué”, precisó en declaraciones a Radio Sudamericana.
“Me decía barbaridades y comenzó a pegarme. Después ya sentí el cuchillazo, pero nunca vi dónde tenía el cuchillo, caí al piso y peleé todo lo que pude. Me ahorcaba y yo gritaba como un animal, casi no me salía la voz. En un momento no sé de dónde saqué la fuerza y con una mano agarré el cuchillo y con la otra traté de contener los golpes que me seguía dando”.
“Le supliqué por nuestra hija, le dije que ella tiene problema de retraso madurativo y se va a quedar sola. Le pedí que no me mate. No sé qué me decía él. En un momento le dije ‘mi amor no me mates’ y él quedó pálido mirándome, después no sé qué pasó. Dejó de atacarme, no sé si fue por lo que le dije o por todas las veces que nombré a nuestra hija”, comentó.
“Cuando la Policía entró yo sentía mucho frío, pero no perdí la conciencia”.
“Me atacó por celos porque yo empecé a estudiar cursos, a escuchar música turca, a compartir canciones turcas y creo que él relacionó esto con un hombre. Él me decía mientras me pegaba que se enteró de que yo estaba por fugarme a Turquía y es mentira, pero igual no entiendo el por qué su reacción si ya estábamos separados hace mucho tiempo”.
La mujer cuenta que su expareja es diabético, insulino dependiente, y por la pandemia estaba aislado, por ser paciente de riesgo. “Mi hijo me decía que le iba a costar irse de casa porque acá soy yo la que hace todo”, comentó. “Lo único extraño que veía en él es que estaba mucho tiempo en la computadora”, señaló.
Margarita asegura que este ataque fue totalmente sorpresivo, ya que en todos los años que vivieron juntos jamás había sido víctima de violencia física. “Nunca me pegó, nunca me empujó siquiera. Por eso yo le di hasta la posibilidad de venir a almorzar con sus hijos, porque nunca vi rasgos de que él pueda hacer algo así. Él es un hombre prepotente, soberbio y gritón, pero nunca me pegó, por eso yo confiaba en él”.
La mujer cree que cuando su exesposo se vio obligado a abandonar la casa, eso lo exacerbó. También relató que continuaban viviendo juntos por recomendación del colegio de su hija. “Cuando nos divorciamos él tenía un plazo de 6 meses para irse, en ese plazo se muere mi mamá y le detectan el retraso madurativo a nuestra nena que tiene 9 años. Entonces los profesionales de la escuela donde iba nuestra hija nos recomiendan que ella tenía que tener la figura de la familia feliz (papá y mamá juntos) y fue ese el motivo por el cual se quedó acá”, explicó.
Fuente: El Litoral
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