26 abril, 2024

COVID-19 y movilidad urbana

Las medidas de confinamiento tomadas por la mayoría de los países de América Latina y el Caribe (ALC) para contener la expansión del COVID-19 han dejado desiertas a las muy transitadas calles de nuestras ciudades. Los datos de movilidad reportados por el BID muestran que, entre el 1 de marzo y el 14 de abril de 2020, la congestión en las ciudades de la región se redujo en un promedio de 87%. A su vez, si comparamos con los niveles de enero, el uso del transporte público en la primera semana de abril registró descensos que van desde el 51% en Belo Horizonte, hasta el 91% en Lima.

La consecuencia inmediata de la reducción de la actividad urbana ha sido la mejora temporal de la calidad del aire. El dashboard del BID que monitorea el impacto de COVID-19 en la región muestra que la concentración de NO2 en la atmósfera en ciudades como Bogotá y Lima se redujo en más de 60 puntos porcentuales. Dentro de la gravedad de la situación sanitaria, económica y social provocada por la pandemia, esta disminución ha sido un dato positivo si se tiene en cuenta que cerca de 100 millones de habitantes en ALC están expuestos a niveles de contaminación del aire mayor a los recomendables.

Si bien no existe acuerdo en cuándo comenzarán a flexibilizarse las medidas de confinamiento, lo cierto es que, eventualmente, podremos volver a transitar libremente por nuestras ciudades. Sin embargo, para ese entonces, es probable que los patrones de movilidad hayan cambiado. En efecto, datos provenientes de China muestran que, luego de finalizado el aislamiento, un grupo significativo de personas que antes utilizaban el transporte público ha migrado hacia otros modos de transporte. La participación del metro en el total de viajes ha caído en 12 puntos porcentuales y la de autobús en más de 7 puntos porcentuales ¿Qué modo de transporte están utilizando esas personas? En su mayoría, el vehículo particular.

Recordemos que 4 de las 10 ciudades más congestionadas en el mundo se encuentran en ALC. Bogotá (191 horas perdidas por persona por año), Río de Janeiro (190 horas), Ciudad de México (158 horas), y Sao Paulo (152 horas), se ubican en la primera, segunda, tercera y quinta posición respectivamente, sobre las 963 ciudades incluidas en el ranking del Global Traffic Scorecard de INRIX.

Para explorar esta pregunta, realizamos una microsimulación en dos ciudades (Bogotá y Santiago de Chile), utilizando datos de crowdsourcing de movilidad, redes neuronales profundas y redes neuronales con memoria corta, entrenadas con 100 millones de datos. Simulamos tres escenarios de cambio modal: incremento del 10% en el número de vehículos que circulan por las calles (escenario optimista), incremento del 20% (escenario moderado) e incremento del 30% (escenario pesimista). Calculamos el tiempo adicional perdido en el tráfico por cada habitante, el costo per cápita y el costo total para cada ciudad en términos de su PIB. Las siguientes tablas resumen los resultados obtenidos para Bogotá y Santiago de Chile:

Tabla 1. Impacto del cambio modal post COVID-19 en la congestión urbana – Bogotá

EscenarioViajes en vehículo privado(% del total)Tiempo perdido en el tráfico por habitante (horas por año)Costo per cápita(US$ por año)Costo sobre el PIB(% anual)
Congestión a nivel pre-COVID11.31912832,93
10% más de vehículos12.42283433,55
20% más de vehículos13.52714084,22
30% más de vehículos14.73184794,96

Tabla 2. Impacto del cambio modal post COVID-19 en la congestión urbana – Santiago de Chile

EscenarioViajes en vehículo privado(% del total)Tiempo perdido en el tráfico por habitante (horas por año)Costo per cápita(US$ por año)Costo sobre el PIB(% anual)
Congestión a nivel pre-COVID32.5884342,69
10% más de vehículos35.81065253,25
20% más de vehículos39.01266253,87
30% más de vehículos42.31487344,55

Como evidenciado, el agravamiento de la congestión puede tener impactos severos para la economía y la calidad de vida de las personas. El impacto sería aún mayor si consideramos que, en nuestras estimaciones, tenemos en cuenta el congestionamiento ya presente y, sobre eso, calculamos el potencial incremento. En consecuencia, este sería el nivel mínimo de incremento de congestión esperado. Sin embargo, podrían también surgir nuevos puntos de congestionamiento en las ciudades, a partir del mayor número de vehículos en circulación y, con eso, incrementar el retraso y el costo para ciudadanos y ciudades.

Si bien es de esperar que se registre un cambio modal del transporte público al vehículo particular apenas flexibilizado el confinamiento, será clave tomar las medidas que aseguren que el cambio modal sea temporal, revirtiendo en el corto plazo el impacto negativo que la emergencia COVID-19 ha tenido sobre el transporte público. Como sugerido por las numerosas iniciativas que están siendo implementadas alrededor del mundo por las autoridades, agencias y operadores de transporte público, las medidas deben apuntar a incrementar la confianza y seguridad de la población al utilizar este medio de transporte. Esto abarca desde el uso de mascarillas y equipo de protección para trabajadores y usuarios del transporte público, pasando por la desinfección frecuente de las unidades y estaciones, hasta los cambios en la operación para mantener la distancia de seguridad entre pasajeros, entre otras acciones.

La reducción del número de viajes actual y esperada afecta gravemente los ingresos por tarifas de los sistemas de transporte, en un contexto financiero ya débil para la mayoría de los sistemas de la región. Eventualmente, podremos volver a transitar libremente por nuestras ciudades. Hacerlo de la manera socioambientalmente más óptima dependerá de las acciones que se tomen ahora para sostener el transporte público y mejorar la confianza y seguridad de los usuarios en el mismo.