27 abril, 2024

La Iglesia Católica celebra la festividad de San Roque

San Roque ayudó, en el siglo XIV, a combatir la peste bubónica que, finalmente padeció y de la que pudo recuperarse gracias a la ayuda de un perro.

la Iglesia Católica celebra este 16 de agosto la festividad de San Roque, que en el siglo XV ayudó a combatir la peste bubónica que, finalmente padeció y la que pudo superar con la ayuda de un perro. Por eso se lo conoce como el protector contra las pestes y de los canes.

La vida de San Roque

En 1347, cuando se inició la epidemia de la peste bubónica, tuvo gran importancia la figura de San Roque que se recuerda cada 16 de agosto. De la vida primera de San Roque se sabe que nació a comienzos del siglo XIV en la antigua región de Languedoc, actual Montpellier, entonces parte del reino de Mallorca. Se cree que en esa ciudad adquirió algunos conocimientos médicos.

San Roque había quedado huérfano de muy joven, y entonces, motivado por una profunda vocación religiosa quiso hacer realidad una cita de del Evangelio de San Mateo: «Vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y de este modo tendrás un tesoro en el cielo. Luego, vente conmigo».

Así, San Roque optó por seguir a Jesús en la pobreza e inició su peregrinación a Roma. A su paso por la región de la Toscana, se alojó en una ciudad llamada Acquapendente, a unos 150 kilómetros de su destino final, interrumpiendo su peregrinaje para atender a enfermos afectados por la peste.

En lugar de viajar directamente a Roma, fue haciendo paradas en diferentes ciudades donde sabía que mucha gente estaba sufriendo esta epidemia, aplicando los conocimientos médicos adquiridos en su Montpellier natal.

Después de llegar a Roma, comenzó su camino de vuelta a Montpellier. La historia cuenta que curó a un cardenal afectado por la peste bubónica en la ciudad de Cesena (la Emilia-Romagna), quien acabó presentando a Roque ante el Papa. También pasó por Rímini, donde predicó el Evangelio y ayudó a muchos enfermos.

Contra la peste y protector de los perros

Camino de regreso a su ciudad natal, al pasar por Piacenza, en el norte de Italia, San Roque se contagió de la peste. Su cuerpo se llenó de llagas y de manchas negras y azuladas, características de la enfermedad —’muerte negra’ le llamaban en Italia—.

Sabiendo lo duro que era padecer esa enfermedad, huyó a las afueras de la ciudad y se refugió en el bosque, con la intención de no ser carga para nadie y morir solo; allí, se refrescaba y bebía de un aljibe, sin tener nada para comer. Hasta que un día, apareció un perro con un pedazo de pan y se lo dio.

San Roque, con llagas y junto al perro que lo alimentaba

Según cuenta la historia, el perro comenzó a ir un día tras otro a ver y alimentar al Santo. El animal se llevaba el pan de la cocina de su amo y se iba al bosque a dar de comer a Roque. El amo del can lo siguió hasta dar con un Roque enfermo en medio del bosque.

Conmovido por la sencillez y la devoción de Roque, lo llevó a su propia casa para cuidarlo. Roque se curó de la peste. Para algunos fue el perro que lo sanó lamiendo sus heridas. otros, señalan que lo hizo un ángel que se le apareció.

Una vez repuesto, Roque retomó su papel de sanador de los infectados y no solo se encargó de muchos contagiados de la peste negra, sino también de muchos animales enfermos.

Cerca de la frontera con Suiza, cuando ya se dirigía hacia su Francia natal, padeció la persecución. Ciertos historiadores señalan que fue acusado de espía por un grupo de soldados en la ciudad italiana de Angera. Otros indican arrestado en la propia Montpellier, acusado de ser un mendigo.

El final de Roque es el mismo: murió en prisión. Así fue cómo Roque se convirtió en el abogado contra la peste y otras epidemias. Venerado primero en diferentes puntos de Europa, y luego en todo el mundo, es reconocido por sus milagros en tiempos de pestes.