19 mayo, 2024

Los peligros del “sharenting” o la sobreexposición de los chicos en las redes sociales

Sólo en Instagram, encontramos más de 20 millones de fotos y videos bajo el hashtag #bebe y otros 10 millones con la etiqueta #niños. ¿Cuál es el límite? ¿Qué fotos se pueden publicar? ¿Cuáles resultan un exceso?

Pensar que creímos que The Truman Show era solo una despiadada crítica a la TV y no un vaticinio feroz como resultó. Ni imaginamos que veinticinco años después de su estreno cada uno de nosotros con su telefonito sería protagonista y villano de una película similar. O qué otra cosa creemos estar haciendo sino un reality cada vez que subimos a las redes una foto del minuto a minuto de nuestras vidas (y la de nuestros hijos).

Somos los responsables de una generación con huella digital pública desde el mismísimo nacimiento: todos Truman. El fenómeno se llama Sharenting, viene de la combinación share (compartir) con parenting (crianza) y no es otra cosa que esa compulsión de mostrarle al mundo lo felices que somos con lo simpáticos, divertidos, inteligentes, ocurrentes y bellos que son nuestros hijos en la familia hermosa que supimos construir.

Sólo basta con ponerse a scrollear para espantarse. En Instagram, encontramos más de 20 millones de fotos y videos bajo el hashtag #bebe y otros 10 millones con la etiqueta #niños. La última cumbre mundial que hizo Facebook en Nueva York reveló que más del 90% de los niños menores de 2 años ya tiene presencia en redes. Es decir, ya empezaron a construir su reputación en la nube. El dato lo aporta Hernán Navarro, director ejecutivo de Grooming Argentina y agrega: “Desde el momento en que abrimos una cuenta en una red social asumimos una identidad digital y eso ocurre cada vez más temprano. Lo mismo cuando se publican fotos y/o información con nuestro nombre. Subir una foto de nuestros hijos puede aportar datos que sean usados en su perjuicio, sin quererlo… ¿De dónde creemos que el pedófilo obtiene la foto falsa con la que se acerca a niños para entablar conexión? De las imágenes que no protegemos”.

Nadie viene aquí a dar cátedra de cómo deberían ser las cosas. Esto es apenas una invitación a pensar, casi una catarsis. Todo aquel que porte un Smartphone, tenga hijos y redes sociales va a sentirse igual de interpelado. Sobreviene un aluvión de preguntas: ¿Cuál es el límite? ¿Qué fotos se pueden publicar? ¿Cuáles resultan un exceso? ¿Entonces deberíamos postear algo sobre nuestros hijos recién cuando puedan dar su consentimiento? ¿Y qué hacemos con esos videítos adorables donde sus reacciones espontáneas y torpezas nos dejan babeando de orgullo ante cualquiera que esté dispuesto a mirar? ¿Privamos a la sociedad virtual de tanta ternura? Pues, quizás sí.

” Tendríamos que tomarnos un minuto para pensar con quién estamos compartiendo el material y cuál es la finalidad de publicarlo todo” reflexiona Damián Supply, psicólogo especialista en niñez y adolescencia y nos interpela a todos: “Lo que está pasando es que ese juego de estar pendiente de cómo un posteo se viraliza establece un estándar de adonde quiero llegar, qué quiero obtener con la publicación. Hay un impacto en la mirada del otro que excede lo que ocurre en el ámbito íntimo”.

No se agotan aquí los interrogantes. Qué pasa con el consentimiento de los chicos cuando somos los adultos quienes desde muy temprano les enseñamos que la cosecha de likes puede convertirse en un valor.

Claudina Charra es fundadora de Social Kids, la primera agencia especializada en niños y adolescentes influencers en la región. No hizo otra cosa que adaptar su trabajo de añares en el mundo de la publicidad a los nuevos tiempos, o sea, las redes sociales: “Ser influencer es tener repercusión en la vida de los seguidores, compartir información y experiencias que impactan en la vida de los demás. Siempre hubo chicos haciendo comerciales, la diferencia es que antes la cantidad era más acotada y se tardaba horas en filmar una publicidad. Hoy son miles los creadores y te arman el contenido en minutos. Hay influencers bebés. Los padres les abren las cuentas y tienen muchísimos seguidores. Ellos son verdaderas estrellas de las redes sociales”.

El gran desafío, explica, es trabajar en la curación de contenidos: “Nosotros hacemos un trabajo minucioso sobre el material para detectar que sea hecho por un interés propio, con total frescura, que sea contenido genuino. Después de trabajar mucho en la industria uno se da cuenta, así como en otra época había padres que llevaban a sus hijos a los castings, quiero que mi hija sea… se nota cuando hay detrás una imposición. Hemos tenido casos de niños que quizás de muy chiquitos les encantaba que los grabes y en un momento, ya más grandes dejaron de querer exponerse. Es fundamental estar atentos a eso”.

Mientras el debate escala a nivel global, Francia fue noticia hace un par de semanas por un proyecto que busca prohibir por ley que los padres compartan fotos de sus hijos sin su consentimiento, regula además la explotación de imágenes sacadas con fines comerciales y consagra el derecho al olvido de los chicos. Se convertiría en el primer país del mundo en tomar medidas legales contra el sharenting.